En el 2006 disputaron su primer partido en público contra una selección de Berlín. Estuvo prohibida la entrada a espectadores masculinos y reporteros, pese a que ambos equipos jugaban con velo y traje de entrenamiento que les cubría todo el cuerpo.
En la mitad del encuentro se produjo una anécdota, cuando la mayoría de las 600 mujeres que presenciaron el encuentro se pusieron a bailar cuando de los altavoces se empezó a oir música pop y tecno. Las delegadas iraníes cortaron entonces la música y exhortaron a las aficionadas a dejar de bailar de inmediato. Las integrantes del cuadro de Berlín, entre ellas muchas no alemanas, les molestó el llevar velo y tuvieron problemas para moverse durante los 90 minutos, en especial en los balones por alto.
Ese mismo año, de manera sorpresiva, el presidente de Irán, Mahmud Ahmadinejad, ultraconservador, dispuso que las mujeres pueden volver a entrar en los estadios de fútbol levantando así una prohibición de años. Allí deben incluso obtener las mejores localidades posibles, exigió el presidente. Hay que recordar que la presencia de mujeres en estadios y sus miradas a los jugadores en pantalones cortos no es permisible, según los principios islámicos, “aun cuando no despierten ningún tipo de sensación de voluptuosidad”.
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